viernes, 9 de mayo de 2014

CON UN BOLÍGRAFO COLOR COBRE... 14

CON UN BOLÍGRAFO COLOR COBRE

Sentimientos fragmentados.

Fragmento 14.

Lo entiendo, los esturiones han desaparecido de nuestra geografía, ya no están en el río Guadalquivir. Se producía caviar español, pero eso era antes de nuestra guerra civil. No pienses en hechizos, maldiciones ni fuerzas del mal, todo se debe a los residuos de carácter industrial.

Y pasaban las horas despacio, muy despacio, tan largas son las horas cuando no se tiene nada que hacer. La explicación es sencilla, pienso en ti, leo y releo lo que acabo de escribir, pero ¿dónde están hoy tus palabras y tus sentimientos y tus emociones y las sensaciones que me contabas ayer? No han quedado escritas, no las encuentro, contesta ¿ardió o no ardió el papel?

Podemos volver a empezar, iniciemos de nuevo el relato, porque el lobo aprendió a obedecer, las plantas crecían y el río corría, el sol en el cielo y sentada en la piedra, esa mujer que pudiendo ser libre, no sabía qué tenía que hacer. El bosque, el río, el cielo, el sol, las nubes negras, empezaba a llover, y allí el arco iris, los pájaros trinando, la hierba verde, respirando libertad.

Como un puzzle de piezas imposibles se muestra nuestro futuro. El día está muy nublado  los ánimos caídos, vendría bien algo de lluvia que despeje nuestras mentes, que arrastre nuestras miserias. Es primavera, ¿donde te escondes, Sol?

Y ese hombre que no para de hablar, produce en mi una extraña fascinación, hay fugas de agua, él es fontanero, empieza a trabajar. Arregla tuberías, grifos que gotean, tiene que impedir a toda costa que se desborde el río, porque aquella mujer tenía sed pero no quería morir ahogada.

Anoche, las aves estaban junto al río, pero han volado. El cielo cubierto de nubes. La lluvia cae con fuerza.
Algunos seguían de pie mirando el espectáculo, aquél muchacho no dejaba de cantar sin darse cuenta de la rapidez con que crecía el río. Las aves dirigían su vuelo hacia el cielo, apenas se las distinguía entre esas nubes tan negras. La tierra no podía absorber tanta agua. ¡Basta!
Dejó de llover, el día había sido largo, aunque cansados, todos se dispusieron alrededor para oír la historia.

Estábamos tan cerca que podía ver con claridad tu mirada y escuchar tus palabras, apenas hablabas, susurrabas. La sonrisa en tu rostro y el recuerdo de aquella vieja melodía, me hicieron sentir bien.
Encendimos la chimenea, aunque no hacía frío, la humedad era grande. Empezaste a hablar con más libertad que de costumbre, tus pensamientos salían deprisa y yo escuchaba, intentando no perderme ninguna de tus palabras, tal era el encanto  al que estaba sometida, que pensé que viviríamos para siempre. A través de la ventana, se veían las montañas tan altas que parecía iban a caer sobre la cabaña. Sentí un gran alivio cuando empezó a salir el Sol.


... continuará... 

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